Cuando
no había nada
Estoy más muerto de lo que podría
haber estado. La mala suerte es mi sombra incluso en la noche más oscura. Creí
tenerlo todo listo, pensé que el show había terminado y por lo que veo tan solo
ha comenzado, lo que acabo de presenciar es la caída del telón, y con él, la
caída de mis esperanzas.
- ¿El que quiere puede o no?- murmura el reloj de tic-tac
nervioso, yo refunfuñando le contesto –para querer hay que saber qué se quiere-
y admitámoslo, mi incertidumbre se huele a leguas…jamás se me pasó por la
cabeza que fallaría.
¿O no?
Por qué el final sigue siendo el mismo ¿Acaso el ocaso se está postergando?
¿Quieres enamorarme nuevamente? No bastó con ser mutilado una vez ¿Necesitas
que me recupere para poder enfermarme? Hipocondría y paranoia me apoyan, están
a mi favor, me encuentran la razón, pero tú que sueles ser transparente y te
jactas de estar hecho de sinceridad, dime presente ¿Por qué me das otra
oportunidad? ¿Por qué le das un fósforo al pirómano cuando solo cae frío?
Esto no
ha sido azar, menos fortuna. Siempre dije y aún lo digo: “todo pasa por algo”;
lo que matemáticamente es igual a “nada pasa porque si”. Quizás el desenlace
debe ser otro, se encuentra calculado por ahí, mirándome de reojo. Pero no
tengo miedo, ya que estoy preparado para fugarme a penas me vengas a buscar, ya
me despedí y deje los garabatos donde tenía que dejarlos.
Sigo
impaciente, sinceramente no quería llegar a viejo, ni acercarme, entre nos no
me vería muy bien (ni por dentro, ni por fuera). Herman Hesse ya lo escribió
hace tiempo, y comparto su idea, el suicida no es solo el que llega al acto de
eliminarse, si no también aquel que muere cada vez que intenta vivir. Así como
Haller, tengo el calendario lleno de X despejando posibles fechas para
clausurar el antro al que vino a encerrarse mi alma.
Solté una carcajada y luego un
“por la chucha que soy quemao” al ver ropa tendida en el que solía ser mi
patio. Ya era raro que estuviera el portón abierto y un auto donde solía estar
el de mi madre. Incluso llegando a la que fue mi población sentía que algo
fuera de lo previsto pasaría.
El enredo de estomago después de
descubrir que mi final estaba siendo ofuscado fue gigantesco. El nerviosismo se
apoderó de mis pensamientos, los cuales trataban de hacer sinapsis para hallar
una solución óptima. Ya le había enviado un extenso correo a la que me mantuvo
vivo y ya me había despedido de aquellos que me habían saludado. Se supone que
aquel día estaba calculado para desaparecer tras muchas postergaciones
semanales, guardaba el cuchillo en mi mochila, afilado con la ansiedad, llevaba
un papel sacado de la croquera que me regalo ella en mi mejor cumpleaños (nº
20), llevaba lápices y también un bosquejo mental de lo que sería el adiós que
le dedicaría a mi madre.
Vida frustrada, suicidio
frustrado, mi animo se fue a pique con la lentitud de una roca hundiéndose en
el agua.
Lo único que podía hacer era
llamar a mi madre y decirle que ya no podía seguir quedándome donde Nicolás,
debido a que su abuela estaría ahí por un tiempo para pasar las fiestas
navideñas y de fin de año (las que yo quería eludir) Además ya era hora de que
marchara y dejara de abusar de la voluntad y confianza de aquel buen sujeto.
Sorprendida por lo que pedía (irme
a vivir con ellos ya que no tenía donde hacerlo) Me encomendó a mi padrastro.
Lo llamé inmediatamente para acordar una hora, ese era el plan B, solo debía
verle el medio lleno al vaso de cicuta que me contemplaba desde el velador, y
aguantar unas horas o días. El deseo seguía consumiéndome. En la caminata de
vuelta a buscar mis cosas, decidí llevar a cabo el acabose en el campo donde
mis padres.
Acostumbrado al ritmo del nómada
guarde mis cosas y las cargue en el auto. Vi en los ojos de mi padrastro la
decepción y el desencanto. He visto tantos ojos iguales a esos, que no verlos
me resultaría un acto fuera de rutina. Me trague el sermón que me cuchareó como
el niño tragando cochayuyo. Se sujetó de la existencia y el cariño de mi
abuela, para aconsejarme de irme donde ella, ya que en verano trabajo no
faltaría al lado del lago y haría bien vacacionar y descansar de la ciudad. Yo
solo decía si automáticamente, mi cabeza se encontraba en otra parte, estaba
clavado en el horizonte, haciéndome 1000 preguntas y a todos contestaba de la
misma forma.
Solo quería cerrar los ojos y no
abrirlos más.
El regreso a casa me parecía
humillante, no contaba con eso, pero por lo menos pude sentir el amor de mi
madre y el de mis pequeños hermanos, cosa con la que tampoco contaba y estaba
ignorando egoístamente.
(Tenía el cuchillo debajo de la
almohada) Contuve mis lágrimas durante todo el viaje, hasta que me encerré en
el que sería mi cuarto provisorio y me tendí en un colchón en el piso. El
cuchillo debajo de la almohada, imagina esos sueños cortantes y filosos, me
quede dormido escuchando el que sería el disco con el que me despedía y
explicaba implícitamente mi decisión de marcharme. Mi cara se derretía. La
carta que estaba destinada a mi madre se encontraba lista, llena de borrones y
decorada con lágrimas que se escaparon en la composición queriendo acompañar
aquellas palabras de dolor.
Llevaba alrededor de media hora
pernoctando cuando mi hermano menor interrumpe con brusquedad, abre la puerta y
me grita desde la entrada –buenas noches hermano, descansa- Mi sensibilidad
solo pudo responder con una sonrisa derrumbada. Cerro la puerta y yo cerré mis
ojos, haciendo un sándwich con lagrimas…-No puedo hacerlo aquí, los traumare,
les haré más daño del que les haré si o si- Dije con el cuchillo en mi brazo,
presionándolo, marcando su filo en mis venas. Antes de que interrumpiera estaba
en la duda de si marcharme ahí en el colchón o levantarme en la madrugada y
hacerlo en la ducha…Disipado y frustrado nuevamente.
Creí que mi estadía en aquel lugar
tan relajante, pero al mismo tiempo atormentante, sería más larga pero no, solo
fueron 2 días. Al segundo ya debía armarme un bolso porque me iría a vivir a
Lago Ranco, allá mi abuela haría todo lo posible para conseguirme algún trabajo,
ya que en Valdivia no fui capaz de conseguir o durar en uno. La depresión es mi
fuero. Al enterarme de aquel plan lo único que se me vino a la cabeza fue –Allá
será-.
Llegué y mi abuela estaba feliz de
que la acompañaría y viviríamos juntos. Inmediatamente empecé a entregar
curriculums, sabiendo por dentro que lo hacía solo para hacer tiempo. Lo que
desconocía era la situación en la que se encontraba mi abuela, tenía a su madre
enferma y debía cuidarla y preocuparse de ella la mayor parte del tiempo. Un
día cayo enferma y tuvo que ser hospitalizada, asi estuvo varias semanas, entre
rehabilitaciones y decaimientos, hasta que se tuvo que ir a vivir con nosotros.
Los 3 en casa más una señora que debía cuidarla mientras mi abuela trabajaba.
No puedo hacerlo aquí, a pesar de
que cada segundo que pasa me consume más, me hundo, no sé como describir este
sentimiento, es un vacío enorme, que me come, que me quema, que me hiela, me
tortura, mi memoria me está matando, mis deseos de abrazarla y besar sus tibias
mejillas me carcomen. No
puedo hacerlo ahora, debo esperar más.
Pasó un mes fuera de las drogas y
el alcohol, aun no conseguía trabajo. La biblioteca se transformo en mi amiga,
gracias a ella amenicé el martirio. A parte un pequeño amigo de 16 con el que
jugaba cuando era chico y solía vacacionar en Lago Ranco fue mi compañía
durante unas semanas, gracias a él la depresión no fue tan drástica como en un
principio. Salíamos a jugar a la pelota por las tardes y nos íbamos a bañar al
Lago, hasta que se regreso a su pueblo natal. Nuevamente me encontraba solo,
acompañado de libros de filosofía y novelas.
Hasta que un día recibí el llamado
del que sería mi jefe por la temporada de verano que ya se estaba acabando.
Realmente mi voluntad estaba en el suelo y no tenía ganas de trabajar para
nada, pero tenía que hacerme la idea de que debía por lo menos esperar a que mi
bisabuela se recupere y regrese a su casa o se muera, y pase un tiempo de luto
en el hogar para luego yo acompañarla en su viaje. Acordamos en juntarnos para
que me explicara en que consistía mi trabajo. Trabajaría de guardia en un
parque acuático, yo que nunca en la vida hubiera trabajado de guardia jaja,
pero ya estaba muerto, que más daba. Realmente esperaba que fuera un trabajo el
cual me cargaría levantarme todos los días para realizarlo, pero no fue así, ni
siquiera era guardia como el que yo tenía estereotipado en mi cabeza, era tan
versátil que ayudaba en todas partes con tal de mantenerme ocupado. Era
agradable trabajar ahí y mantener la cabeza en otro lado. El trabajo me daba
tiempo para leer mucho y conocer personas, 2 cosas que necesitaba para mantener
lejos la amargura.
Aunque su recuerdo jamás me
abandono, siguió ahí siempre, nunca me dejo solo, es como si siguiera
comprometido, enamorado y enganchado. Creo que aunque me fuera a China seguiría
ahí, tiene su pieza amoblada en un rincón (grande) de mi alma, y sinceramente
no quiero echarla, no puedo, pero debo.
Cuando no llevábamos ni la 2º
semana de trabajo ya me había construido confianza con mis compañeros y jefe.
Llevaba más de 1 mes sin consumir marihuana, pero eso acabo cuando descubrí que
una compañera tenía una mano pulenta. No lo dude, ya nos habían pagado lo que
trabajamos de Enero, así que decidí comprar algo, creía que había pasado tiempo
suficiente y que no habría una repercusión sicológica. Lamentablemente no la
logro hacer, pero ella andaba con un resto y una pipa, “así que no se diga más
señor” Espero a que termine mi turno y nos encerramos en la que era la caja del
parque, y fumamos y fumamos…quede como chala.
Fue un buen término de verano,
luego de 3 intentos seguidos de suicidio frustrado. A parte de la buena onda de los compañeros,
hubieron visitas que me alegraron el alma y gente que conocí que expandió mi
forma de pensar y mi cosmovisión. Aunque sigo herido como si me hubieran
disparado ayer, por más que pase el tiempo nada me cura.
Regrese a donde fallecí, vi a
aquellos que deje en el camino, sentí el amor que me tenían, vi a la que me
mantuvo con vida, me ignoró, me duele, de verdad que me duele. En conclusión
nada ha cambiado desde el día que me marché, sigue la meta angustiada apurando
mi paso. Hay días que con suerte tengo fuerzas para levantarme de la cama, te
necesito con tantas ansias que ya no sé si estoy vivo o me maté en la primera
oportunidad.
Dicen que antes de venir al mundo
nos muestran las vidas que nos gustaría vivir y nosotros elegimos, creo que
algún enemigo de mi antigua vida me hackeo y me cago bacán.
Lo único que me mantiene
respirando es la esperanza necia de volver a abrazarla y decirle todo lo que he
pensado durante estos 100 años de soledad.
Si no fuera por que te tengo a mi
lado y te estoy susurrando todo este drama, no pararía de salivar…
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